Pablo Spektro, el ¿ex? cantante de WDK, editó en 2012 su segundo disco solista en el cual exorciza los fantasmas de su antigua banda. Este lanzamiento es uno de los mejores que haya ofrecido el año que se fue. “Días de furia” abre con un riff que remite a AC/DC, un hard rock con la voz distorsionada al frente, y una letra contra el abuso de poder. No quedaría nada mal en algún disco de Cabezones, el sonido remite mucho a la banda de César Andino. “Chupa Sangre” es casi un hermano menor de “Los Garrapatas”, aquel tema de Attaque 77 incluido en Pirotecnia Autorizada. El concepto es el mismo, pero acá suena más rockero y con un estribillo encantador. Cuando empieza el tercer tema, “Desiertos”, la sensación de estar ante un posible hit es inmediata. Las guitarras dibujan un entramado perfecto, y la voz de Pablo suena entre enojada y seductora, cantando sobre un amor desgarrado que quedó atrás. Sigue “Gente Zombie”, puro clima con una guitarra que rasguea hasta llegar al estribillo donde todo estalla. ¿Ciencia ficción o puro ejercicio de imaginería futurista? Quizás una metáfora de la insensibilidad social. En “Mundo Falso” atacan con un hardcore melódico muy al estilo California, inclusive con ciertas partes cantadas en inglés. Alegato en contra del conformismo, un llamado a sacudir las mentes y las almas. “Soledad y Dolores”, la historia de todo aquel que ha sufrido al estar sin nadie, quedaría perfecta con la voz de Dave Grohl. Puro power pop con la voz distorsionada y un final para romper todo. “Fabula del cazador” tiene un muy interesante juego de violas, con la batería bien al frente y la voz de Pablo estirándose más allá de lo conocido. Letra naturista, comparando a la humanidad con los animales. El tema 8, “Chemtrails”, refiere al fenómeno de las estelas de productos químicos que las teorías conspirativas dicen que son arrojadas para dañar a la población. Melodía híper pegadiza para una letra que, una vez más, pone sobre el tapete un tema sensible del que nade parece querer enterarse. La autocrítica es la base de “Macabra Ansiedad”, Pablo parece haberla compuesta mirándose al espejo y escuchando Green Day o el The Clash más popero. Montados sobre una base de violas que hasta tienen un piano como acompañamiento, logran quizás uno de los mejores momentos del disco. El cierre (“Santa Madre”) es casi blasfemo, como quien se planta desafiante frente a la eternidad al grito de que la Santa Madre de Dios no existe. Otra vez los climas lo inundan todo, y el bajo surfea melódicamente por sobre miles de efectos. Un disco duro y rockero por donde se lo mire, pleno de buenas letras y un buen gusto envidiable, donde Pablo demuestra que tiene una banda sólida y versátil, más allá de rótulos y etiquetas.